Quizá cuando se acerca el otoño es un sentimiento que me suele invadir con respecto al nudismo, quizá por el cambio de clima, que hace que hagamos menos cosas al aire libre, y sobretodo menos cosas sin ropa.
Y es que por mucho que digan, sigo siendo de la opinión que no hay que forzar las cosas. En invierno no suelo disfrutar del nudismo más allá de quedarme un ratito en pelotas antes y después de salir de la ducha, o si me cambio de ropa. Pero, sinceramente, cuando hace frío, ¡yo me tapo! Y no me parece correcto poner la calefacción a tope para poder quitarse la ropa. Lo considero un derroche de energía, siempre que me pueda abrigar con ropa.
Una pena, dirán algunos. Lógico, dirán otros. Pero la verdad es que el nudismo, cuando se acerca el otoño, parece como menguar. Aunque está claro que mengua para resurgir con la primavera, los rayos de sol, y el calorcito.
Tampoco ayuda a mi relación con el nudismo el hecho de que se lo relacione tan de cerca con el cruising o el sexo libre. Y me alegra leer noticias en las que se insiste sobre su diferencia y se separa totalmente los dos conceptos. Pero ya sabéis que a la gente le encanta poner etiquetas, y normalmente tienden a incluirnos a todos en el mismo saco.
A ver si el año que viene le pongo más empeño y puedo realizar más actividades nudistas para seguir demostrando que el nudismo y el sexo gratis no tienen nada que ver.