Al llegar a la localidad de Istmo de la Pared, hay una especie de urbanización donde empieza un camino forestal (sí, en Fuerteventura hay que ir preparado para la aventura), y adentrándose en este camino, se llega a un punto donde después de un rato ya se puede ver la playa.
Es una playa muy tranquila, rodeada por una especie de acantilado que la delimita en longitud y en anchura, por lo que para acceder a ella hay que bajar, o unas escaleras talladas en la roca que se encuentran al principio de la playa, o bajar algún camino bastante empinado desde lo alto del acantilado hacia la playa.
Cuando nosotros llegamos a la playa había bastantes kite surfers, porque en Fuerteventura suele hacer bastante viento, y por lo visto aquella playa es una de las que suelen usar. Eso me desanimó un poco, porque a pesar de que yo iba totalmente convencido a despelotarme para tomar el sol, no me hubiera gustado tanto si está la playa llena de curiosos, aunque demasiado no me iba a amargar. Pero al final fuimos avanzando hacia el sur y la segunda mitad de la playa estaba prácticamente desierta, así que plantamos nuestras toallas y nos quitamos la ropa para tomar el sol y disfrutar del nudismo.
Recuerdo que había tan poca gente en la playa que cuando íbamos a darnos un chapuzón en el mar dejábamos nuestras huellas marcadas en la arena del camino de la toalla al agua, y cuando volvíamos pasaba lo mismo, y no había más huellas en toda la zona a excepción de una hilera que estaba más cerca del agua, de la gente a la que le gusta dar paseos por la playa. Sí que hay que destacar que el agua era muy brava, y que sólo meterte, notabas como te arrastraba hacia dentro de una forma muy violenta, por lo que hay que ir con mucho cuidado, y claramente no es una opción para ir a pasar el día con niños de una forma despreocupada.
Estábamos tan solos que empecé a pensar si aquella era la tan anunciada playa de El Viejo Rey, puesto que no venía nadie más (vale, era un 28 de Julio, pero siempre hay gente en Canarias, siempre hace buen tiempo). Y entonces vinieron un par de grupos de gente más que también eran nudistas, una familia con un niño y algunas parejas más. En definitiva, una playa maravillosamente tranquila.
Cuando nos cansamos de estar allí quisimos montarnos en el coche e investigar un poco más al sur a ver qué podíamos encontrar, alguna playa similar, o alguna que otra sorpresa, en teoría siguiendo más hacia el sur se llegaría a la playa de Cofete, pero claro, estoy hablando de muchos kilómetros, y la pista forestal diría que no llegaba muy lejos. De hecho, nos metimos por un caminito que vimos más adelante, y el coche nos patinó un par de veces por la arena de la playa, y entonces fue cuando a mi mujer le entró miedo de que nos pudiéramos quedar encallados y decidimos volver.