Bueeeno, pues otro verano que se acaba. Y para los nudistas, vuelta a ponerse la ropa si no queremos pillar un resfriado. Pero, ¿sigue habiendo sitios donde desnudarse, no? Pues sí.
Una de las opciones que se añade a la lista de posibilidades nudistas durante los meses de frío es la del Flotarium. Es un baño relajante, ingrávido, calentito, salado lo suficientemente como para que no nos hundamos en el agua a pesar incluso de quedarse dormido (un efecto similar al que se produce en el Mar Muerto). Y todo esto, desnudo, por supuesto.
Las sesiones son de 1 hora y cuestan 35 €, aunque se dispone de bonos descuento para los que les guste practicarlo asiduamente.
El desarrollo de la sesión es el siguiente: llegamos al centro (unos 10 minutos antes de la hora, para poder prepararnos) y nos acompañan a una sala que es única para nosotros, de uso individual, en la que hay una ducha y la cabina de ingravidez. Nos damos una ducha rápida y nos metemos en la cabina, dándole al botón para cerrarla (ojo con los claustrofóbicos, la cabina es grande, cabe una persona tumbada a lo largo y ancho, pero la altura llega para estar sentado). Dentro nos espera una música relajante y una luz ténue que dura unos 10 minutos. Después, la calma y la paz de la relajación total y de no sentir que nada toca tu cuerpo, ni el suelo, ni la ropa. En la cabina disponemos de botones por si queremos encender la luz, y además hay un churro-flotador para poner en la nuca si se desea, y un spray de agua dulce (no salada) por si nos entra agua en los ojos. Al final, 5 ó 10 minutos antes de finalizar la sesión la música vuelve a iniciarse y la cabina se abre automáticamente para indicarnos que la sesión ha finalizado. Nos damos una ducha para quitarnos la sal, y para casa, jeje.
En mi caso, por ser la primera vez, seguramente estaba algo nervioso y no conseguí dormirme en la sesión, o como mínimo me dormí muy poco rato, con la consiguiente sensación de aburrimiento (imaginaros una hora entera sin hacer absolutamente nada, con el stress que sufrimos hoy en día). He oído comentar que hay gente a la que le cuesta adaptarse a estas sesiones precisamente por eso, siente que allí dentro está perdiendo el tiempo, y por no poder desconectar, se agobia todavía más. No dormí en el tanque, pero esa noche dormí como un tronco, os lo aseguro.
Otro tema que hay que tener en cuenta es el tema de la sal. Son sales especiales, pero como tales, escuecen. Por tanto, evitar tocaros los ojos al máximo, si no os pasaréis toda la hora con el spray de agua dulce. Y por supuesto no hace falta decir que nada de ir acabado de afeitar, rasurar o depilar, que si lo hacéis seguro que se monta un festival, porque las heridas os picarán un montón.
El agua no se cambia entre sesión y sesión, por lo que a los muy escrupulosos quizá no les guste, aunque tengo que decir que el agua de mi tanque estaba muy limpia. Por lo visto el cacharro va depurando el agua durante y después de las sesiones. Además, por su composición rica en sales por lo visto no puede tener bacterias (es como el cloro de la piscina, vaya; habrá gente a la que le dará asco a pesar de que lleva cloro).
Es un nudismo más íntimo, más solitario, más de encontrarse uno mismo y tener una hora de meditación y paz en este mundo inhumanizado en el que vivimos.
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